Cuando la vida se convierte en un finísimo hilo intermitente en el que los susurros acaban siendo silencios, cuando el recorrido lento y cansado toca su fin, y el caminante es capaz de esperar la última parada sereno, con gesto sonriente y hasta con risas, y se despide tranquilo de todos, dan ganas de retirarse con él y poder experimentar la misma calma y la misma valentía. Sin miedo, sin angustia, solo y sólo satisfecho de Felicidad, de la dicha de haber vivido. Agradecido con la Vida.
Hasta siempre.
© Mª Ángeles Sánchez Román, 18/6/10.
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